jueves, 28 de abril de 2011

ÉL ESTUVO PREPARANDO SU MALETA...

Él estuvo preparando su maleta durante algún tiempo para cuando llegara el día y diario la iba llenando con algo; si no era ropa eran libros o sueños, si no eran sueños guardaba la ambición bien doblada para que no se arrugara; de vez en vez le metía algunos diplomas y, constantemente, en el cierre de los laterales, iba guardando valor y calcetines, y al final metió un par de labios por si el frío. Esta maleta debía ser ligera para poder cargarla sólo y aun así tardó varios años en poder cerrarla hasta que por fin estuvo lista.

Aquel día llegó, tomó su maleta y se quedó dormido encima. Sin darse cuenta amaneció en otro lugar donde el tiempo pesaba más, o pesaba menos, donde el tiempo pesaba distinto.
Las paredes eran menos y más blancas, las noches más ruidosas y el sueño más corto. Por las ventanas no se veían grandes jardines como en su vieja casa sino un panorama gris de pavimento y automóviles, las miles de habitaciones se habían reducido a una y el cantar que antes escuchaba de las aves ahora era el cantar de los aviones o el motor de los carros o el vendedor de tamales.

Atrás se habían quedado las lecturas en el porche, las madrugadas de biblioteca, la amplitud en la cocina, las reuniones de chimenea, los posters de la recámara, las noches de cielo negro y las estrellas, los ruidos que se oían cuando tronaba la madera, los miedos de cuando niño, el reloj de pared de la sala, las bardas largas cubiertas, el recuerdo de las bugambilias, el plato de fruta picada, el eco de sus soliloquios, la fuente que fue testigo, el olor de las macetas y el pasto, las tardes de piano o acordeón, el cordón y el ombligo.

Nada de eso pudo meter en su maleta o no quiso, pues todo eso sería sustituído por algo mejor y de mayor valor: su libertad.


Daniel M. Cervantes
2011

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