Después de huirle durante seis días y seis noches no pude escaparme de la noche del domingo, de esta noche más noche que nunca y sobre todo más domingo.
Tan domingo que traigo la boca seca, tal vez por mezclar blanco con tinto, y el pecho vacío, quizás porque olvidé mi corazón en la silla junto a tu cama o en el cuarto de triques de tu casa, que arrastro los pies porque me pesa la cadera y hasta se me confunden los días pasados con los que vienen debido a la indefinición del domingo en general y a mi mareo temporal en particular. Tan domingo que me cuelgo de tus pestañas o de tus ojos completos y de los boleros que escuchamos para no colgarme de mis dudas o mis nostalgias aunque esas más bien se cuelgan solas en uno, aunque uno no quiera, las noches de domingo.
Tan domingo que traigo la sonrisa débil y el recuerdo fuerte, que ahora saco de mi morral los pedacitos de tu boca y de las tardes contigo que robé a hurtadillas por si me agarraba la lluvia o la melancolía o el frío. Tan domingo que te dejé otra vez en tu semana y yo volví a la mía, con la esperanza de reencontrarnos en martes o en viernes o en septiembres y hacer nuestras las semanas y los días.
Es posible que si huyo mejor el resto de mi semana, desaparezca mi próxima noche de domingo...
DANIEL M. CERVANTES
2011
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