martes, 2 de agosto de 2011
EL SILLÓN
Aquella noche tuve un espasmo repentino en el sillón donde solía recostarme las noches de domingo.
Ese sillón había sido por años un puente espacio-temporal que enlazaba las últimas horas del domingo con las primeras horas del lunes, que son a mi juicio y hasta la fecha las más complicadas de sobre llevar, y hacía más corto el viaje que habría de emprender hasta mi cama en altas horas de la madrugada.
En pocas palabras aquel sillón que se encontraba en el cuarto de televisión, adquiría un carácter relajado y flexible que contrastaba con la personalidad rígida y formal que mi cama cobraba las noches de domingo; simplemente hacía menos difíciles mis transiciones semanales, por tanto, y sin contar las veces que fue testigo de mis citas y recinto de mis pasiones so pretexto de ver películas, no considero necesario mencionar cuánto lo estimaba.
Tuve ese espasmo abrupto esa noche y sentí el corazón acelerado, como cuando uno se despierta después de haber tenido pesadillas o cuando se tienen temperaturas muy altas, pero no estaba seguro de haberme quedado dormido ni de haber sufrido otros síntomas de una fiebre alucinatoria, lo que era una certeza es que tenía la extraña sensación de haber vivido toda una vida arriba de aquel sillón y una notable confusión sobre mi propia identidad y aquello que me definía como hombre. No recordaba el color de mi cabello por ejemplo, ni los olores más que el olor a café, ni lo más profundo de mi vocación o los nombres de mis viejos amores, es más, no podía recordar si tenía familia si quiera o las habilidades que me caracterizaban; me preocupaba que el desvanecimiento de mi imagen de mí sobre mí mismo, quiero decir, de mi identidad o lo que yo había constituido como mi identidad era notablemente veloz, cada segundo que pasaba recordaba menos de mí.
Así que me dispuse a buscar las fotografías, que seguramente tenía sobre los muebles de mi recámara o en una caja bajo la cama, y las cartas y recuerdos que cualquier hombre guarda en el cajón del buró o en su defecto en el de los calzones, incluso, sí en algún momento me había pasado de extravagante, quizás tendría un diario que me hablara de mí y de mis amantes. Sin embargo, mi impulso fue cortado de tajo, difícilmente podía mover las piernas o los brazos como si en mis venas hubiera dejado de circular la sangre pero en mi pecho los golpes de mis latidos eran macizos y contundentes - al menos no estoy muerto - pensé, y sentí algo de alivio en ello.
En seguida mis ojos se aseguraron primero de no estar cerrados ante la posibilidad de estar soñando, luego, mis globos oculares pasearon circularmente tratando de encontrar vestigios oníricos en algún sitio, cualquier indicio de realidad subconsciente o cualquier quebranto a las leyes naturales de la física hubiera bastado para mi tranquilidad: un gato caminando por el techo, el nacimiento de una ola gigantesca, un baño sin paredes imposible de usar, el borde de un abismo invitándome a caer, pero no, únicamente podía ver con decepción las mismas paredes grisáceas de mi casa, la puerta de acceso al baño principal, la televisión de cuarenta pulgadas, el pasillo que lleva al recibidor por un lado y al desayunador por otro, la puerta de mi recámara, los dibujos enmarcados, el librero y el reloj de pared.
La lógica, si es que existe, indicaba que definitivamente todo aquello no era parte de un sueño, yo estaba más despierto que nunca.
Traté de conservar la cabeza fría para no desequilibrar más mi psique que de por sí ya estaba en tela de juicio. La pérdida de identidad no me preocupaba tanto como las carentes facultades motrices, finalmente los otros lo ven a uno como se les antoja verlo sin importar cuánto empeño y esfuerzo se haya gastado para forjar una personalidad medianamente definida, y en cuanto a los recuerdos desaparecidos me fui haciendo a la idea, pues seguramente no eran más que amarres y ataduras a un pasado añejo y quizás podrido; en cambio la inmovilidad sí era un verdadero problema pues pensaba en aquel momento que yo tenía necesidades más básicas como comer o fumar o ir al baño, necesidades que no podría satisfacer de quedar completamente inmóvil - ¡fumar, ya decía yo que una adicción no se pierde con tanta facilidad! – me dije con voz temblorosa y al mismo tiempo orgullosa por no haber perdido todo de mí, o no aún.
- Además - pensaba - con el tiempo encontraré nuevos gustos y habilidades, tal vez pintar o construir puentes o escribir y seguramente elegiré un buen nombre según lo que haga ¡pero no podré realizar nada nuevo sin moverme! –
Así que clamé por ayuda, grité y grité hasta cansarme sin que nadie a la redonda diera señales de escucha o me socorriera.
Después de un rato, ya más tranquilo y más cansado de forcejear y de luchar conmigo mismo, observé de nuevo el panorama, era igual. Pero al observarme a mí, vi algo en mis ropas que no había visto, para empezar me cubrían desde los pies hasta mis brazos y lo que alcanzaba a ver de mi pecho, no había nada de piel a la vista y lo más curioso es que tenían un diseño idéntico al tapiz del sillón.
Sorprendido, me quedé en absoluto silencio durante varios minutos, tal vez horas o días.
De pronto ya no recuerdo más el olor a café que era lo único, lo último que me ligaba con lo humano. Al fin soy yo mismo sin más. Un sillón que soñó ser un hombre que vivió una vida que olvidó.
Daniel M. Cervantes
2011
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¡Ay, me encantó! Es realmente complicado llegar con una vuelta de tuerca hasta el final, porque necesariamente hay que perfilarla durante todo el texto pero sin caer en un desliz que deje entrever el final antes de lo deseado. Felicidades, es un texto muy lindo pero sobre todo muy bien logrado.
ResponderEliminarFelicidades por el texto. Queda en el sentir la incognita de cuántos sillones habrá queriendo ser un hombre o cuántos hombres que terminan siendo un sillón...
ResponderEliminarclaro que me encantó!!! es vivo ejemplo de todos aquellos que sin quererlo, o tal vez queriéndolo, se mimetizan con lo cotidiano, periendo la escencia de su Ser, y volviéndose cotidianos sin Ser. FELICIDADES!!!! tqm querida pareja de baile. besos y bendiciones
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