Quédate con mi lado de la cama para que puedas extender tus brazos por las noches o para que lo compartas y si estás de acuerdo yo me quedo con el olor de tu almohada en lo que concilio el sueño. Te dejo el abrazo, el primero y el más fuerte, pero déjame conservar el resto para mi colección de sensaciones placenteras. Quédate con la risa silvestre que me arrancaste tantas veces involuntariamente, con las canciones de ese grupo argentino que tanto te gustó y con mi cepillo de dientes, puede servirte para limpiar el cochambre que se hace entre los mosaicos.
Déjame quedarme con el aire que pasaba por tu porche y el café de media tarde, pero te dejo el sonido ronco de mi voz al despertar y quédate también con el viento de mi balcón. Te dejo el sabor a ron de algunos besos y la caricia fácil de mis manos para cuando la soledad te agovie de más.
Me quedo con el danzón para bailarlo de vez en cuando, tú quédate con el Papaloapan y el rojo de mi piel cuando el sol (y cuando te acercabas mucho). Te dejo mis vuelos para cuando no quieras pisar tierra y me quedo con la tierra que me enseñaste para no tener que volar siempre.
Quédate con el tiempo, que a mí no me hace ya muchos favores y a ti puede regalarte tanto, pero me quedo con la planta de gran penacho que compramos, el sonido del acordeón, la sierra de Puebla y el sabor de tu boca después del tinto. Te dejo en el closet mi desfachatez para que te la pongas cuando quieras o la dejes en el buró mientras lees. Quédate con el brillo que te acostumbraste a ver en mis ojos. Déjame tú el brillo que me acostumbré a ver en tu alma. Te dejo mis torpezas y me quedo con tu agudez. Las culpas tirémoslas los dos en el bote de la basura. Te dejo la mayor parte de mis letras y algunos de mis insomnios, te doy mi plenitud para que la tengas bajo tu almohada y te regalo un sincero siempre. Finalmente te dejo una promesa: seguiré sonriendo.
No ha sido necesario meter abogado en esto o si quiera ir ante notario pero de no estar de acuerdo con la repartición, siempre podemos volverlo a hablar.
Daniel M. Cervantes
Déjame quedarme con el aire que pasaba por tu porche y el café de media tarde, pero te dejo el sonido ronco de mi voz al despertar y quédate también con el viento de mi balcón. Te dejo el sabor a ron de algunos besos y la caricia fácil de mis manos para cuando la soledad te agovie de más.
Me quedo con el danzón para bailarlo de vez en cuando, tú quédate con el Papaloapan y el rojo de mi piel cuando el sol (y cuando te acercabas mucho). Te dejo mis vuelos para cuando no quieras pisar tierra y me quedo con la tierra que me enseñaste para no tener que volar siempre.
Quédate con el tiempo, que a mí no me hace ya muchos favores y a ti puede regalarte tanto, pero me quedo con la planta de gran penacho que compramos, el sonido del acordeón, la sierra de Puebla y el sabor de tu boca después del tinto. Te dejo en el closet mi desfachatez para que te la pongas cuando quieras o la dejes en el buró mientras lees. Quédate con el brillo que te acostumbraste a ver en mis ojos. Déjame tú el brillo que me acostumbré a ver en tu alma. Te dejo mis torpezas y me quedo con tu agudez. Las culpas tirémoslas los dos en el bote de la basura. Te dejo la mayor parte de mis letras y algunos de mis insomnios, te doy mi plenitud para que la tengas bajo tu almohada y te regalo un sincero siempre. Finalmente te dejo una promesa: seguiré sonriendo.
No ha sido necesario meter abogado en esto o si quiera ir ante notario pero de no estar de acuerdo con la repartición, siempre podemos volverlo a hablar.
Daniel M. Cervantes
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